En 1988, los astronautas a bordo de la estación espacial rusa Mir se dieron cuenta de que algo había cubierto sus ventanas desde el exterior. Esta misteriosa sustancia incluso había comenzado a avanzar hacia el interior de la estación, destruyendo lentamente la superficie de titanio cuarzo de la ventana. Posteriormente, se descubrió que esta capa eran hongos transportados por ellos mismos al espacio.

Estos hongos lograron adaptarse al entorno espacial. Lo hicieron tan bien que no solo sobrevivieron, sino que prosperaron en ventanas, paneles de control, sistemas de aire acondicionado y aislantes de cables. Incluso lograron contaminar la comida y el agua valiosa de la tripulación. Este fue el primer caso en el que se encontró un hongo que causó daños significativos a una estación espacial. Pero no sería el último.

Experimentos de hipergravedad

Los astronautas nunca han estado solos ni lo estarán durante los viajes espaciales. En lugar de temer esta realidad, los científicos están tratando de aprovecharla. Un equipo asociado con la Agencia Espacial Europea (ESA) recientemente llevó a cabo experimentos de hipergravedad en hongos. Están tratando de comprender mejor cómo estos organismos sobreviven sin esfuerzo en el ambiente espacial. Si pudiéramos entender sus mecanismos, podríamos utilizar los hongos para construir asentamientos en otro planeta y quizás incluso incorporarlos en medicamentos.

Muchas especies de hongos que sobreviven en el espacio permanecen inactivas durante el lanzamiento y el viaje. Luego se activan y se reproducen para formar densas colonias en varias áreas de las estaciones espaciales. Estas colonias no solo amenazan la salud de los astronautas, sino también la electrónica, la plomería y otros componentes de la estación.

Desde 1988, se han realizado numerosos esfuerzos para establecer rutinas sólidas de limpieza para eliminar los hongos de las paredes y equipos antes de que causen daños graves. Además de estos esfuerzos, los científicos se dieron cuenta de que estudiar el crecimiento y el comportamiento de los hongos y su adaptabilidad en la reparación del ADN causado por la radiación espacial podría ser útil para las tripulaciones durante misiones espaciales a largo plazo.

Aspergillus nidulans en la ISS

Los investigadores del Jet Propulsion Laboratory de la NASA en California lanzaron por primera vez hongos al espacio con fines de investigación a bordo de la Estación Espacial Internacional (ISS) (rif.). El equipo estudió cómo el entorno de la ISS indujo a Aspergillus nidulans a producir ciertas moléculas que no produce en la Tierra. Este hongo en particular se está investigando para desarrollar medicamentos para la osteoporosis, que afecta a 10 millones de personas solo en los Estados Unidos.

Durante misiones espaciales a largo plazo en la Luna e incluso en Marte, tales aplicaciones ayudarían a los astronautas a mantener su densidad ósea. La investigación ya muestra una disminución a pesar de la rutina regular de ejercicio a bordo de la ISS. Se están llevando a cabo esfuerzos similares para estudiar los hongos en la Tierra. Recientemente, la ESA estudió cómo las colonias de hongos crecen en entornos de hipergravedad.

Estas condiciones particulares se crearon artificialmente utilizando una centrifugadora con valores 20 veces superiores a los de la Tierra. La investigación, que duró dos semanas, evaluó cómo las especies de hongos adultas colocadas en una cápsula controlada en un laboratorio respondieron al estrés. «Nunca podremos deshacernos por completo de los hongos mientras exploramos el espacio, así que debemos comprenderlos», dice André Antunes, investigador que forma parte del proyecto de la ESA.

«Además, ofrecen oportunidades positivas pero también riesgos. En la Tierra, los hongos se utilizan para producir alimentos, así como medicamentos, enzimas químicas para la industria y nanopartículas metálicas utilizadas en diversos campos». El equipo también seleccionó algunas especies de hongos para un segundo ciclo de exposición a la hipergravedad, especialmente para estudiar la magnitud de las reacciones al estrés. Esta segunda fase tiene como objetivo comprender mejor por qué las especies de hongos prosperan en condiciones de microgravedad.

Stefano Gallotta
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