Estamos en medio de una nueva era de exploración espacial. Se están planeando misiones tanto a la Luna como a Marte. Muchas de estas misiones se lanzarán en las próximas décadas y los científicos están examinando cómo el espacio puede tener un impacto negativo en el cuerpo de los astronautas. El equipo del Karolinska Institutet en Suecia ha estudiado cómo la microgravedad experimentada por los astronautas podría influir en las células T del sistema inmunológico. Las células T son un tipo de glóbulo blanco llamado linfocito, fundamental para la inmunidad mediada por células.
Células T
Los hallazgos del equipo podrían ayudar a explicar por qué cualquier cambio en las células T que ocurra en el espacio puede persistir en la Tierra. Tales cambios duraderos podrían hacer que las células T sean menos activas y menos efectivas en la lucha contra las infecciones. Esto hace que los astronautas fueran vulnerables a la reactivación de virus latentes.
La NASA ya está mirando hacia un futuro que incluye viajeros lunares e incluso marcianos. Con la misión Artemis 3, se espera que una tripulación que incluye a la primera mujer y persona de color se dirija a la Luna en 2025. Y los esfuerzos futuros, dice la agencia, probablemente llevarán a los seres humanos a la superficie de Marte ya en 2030.
“Si queremos que los astronautas emprendan misiones espaciales seguras, debemos comprender cómo se ve afectado su sistema inmunológico. Debemos encontrar formas de contrarrestar los cambios perjudiciales”, dijo Lisa Westerberg, líder del estudio (ref.). “Ahora podemos estudiar lo que sucede en las células T, que son un componente clave del sistema inmunológico cuando se exponen a condiciones de ausencia de peso“.
Variación en la Expresión Genética
Incapaces de llevar a cabo sus experimentos en el espacio, Westerberg y el equipo trajeron “el espacio a la Tierra”. Utilizando una cama de agua, indujeron al cuerpo a creer que estaba en un estado de ingravidez. La técnica se llama “inmersión en seco”. Ocho sujetos sanos fueron expuestos a la inmersión en seco durante un período de 3 semanas.
Los investigadores realizaron análisis de sangre en estos sujetos a intervalos precisos, antes del experimento, luego a los 7, 14 y 21 días después del inicio del experimento. Finalmente, una semana después de que concluyera el experimento. Descubrieron que las células T de los sujetos se habían alterado en conjunto con la inmersión en seco, cambiando su expresión genética.
Las condiciones a las que fueron sometidos los sujetos indujeron una variación en los genes activos e inactivos en estas células. El cambio se hizo significativo después de 7 y 14 días de ingravidez. Pero el cambio más extremo ocurrió después de 14 días. Desde una perspectiva celular, las células T parecían volver a un estado “inmaduro”. Las células se comportaban como si nunca hubieran encontrado patógenos.
Experimentos Futuros
“Las células T comenzaron a parecerse a las llamadas células T ingenuas, que aún no han encontrado ningún intruso. Esto podría significar que tardan más en activarse y, por lo tanto, se vuelven menos efectivas en la lucha contra las células tumorales e infecciones”, dijo Carlos Gallardo Dodd, co-líder del estudio.
Después de 21 días de exposición a la microgravedad, sin embargo, las células T de los sujetos parecían haberse adaptado a la ingravidez, con la expresión génica de las células volviendo casi a la normalidad. Siete días después del final del experimento, el equipo descubrió que algunos de esos cambios en la expresión génica debido a la ingravidez reaparecieron.
El equipo de científicos intentará ahora utilizar la plataforma de sonda de misiles ubicada en el Centro Espacial Esrange en Suecia para examinar más a fondo las células T y los efectos de la ingravidez en su función. “Nuestros resultados pueden abrir el camino a nuevos tratamientos que reviertan estos cambios en el programa genético de las células inmunitarias”, concluyó Dodd.